martes, 17 de marzo de 2015

Confiar en la gente

Por suerte el verano ya se termina, no soporto el calor. Cada día tengo que esperar el carro un promedio de 15 minutos bajo este sol. El calor me obliga a usar lentes oscuros y el aburrimiento a llevar audífonos.  Como casi todos, me aisló del mundo.

Hoy, un viernes 13 como cualquier otro, esperaba el bus, de pronto me interrumpió un leve toque en el hombro. Volteo asustado y me encuentro con un hombre de apariencia peculiar, en mi cápsula acústica y mental no pude escuchar lo que me decía, motivo por el cual tuve que prescindir de mis audífonos para poder prestar atención.

-Disculpa amigo, me ayudas a cruzar la pista - me dijo este hombre con un tono, que además de hacerme sospechar sobre alguna incapacidad mental, me pareció extranjero.

A pesar de que no me convencía su ceguera parcial acepte su pedido de ayuda. Me tomo del brazo y cruzamos dos pistas, al ver que no me soltaba le pregunte a donde se dirigía. Decía ir a media cuadra más abajo de donde nos encontrábamos, en ese momento empecé a sospechar de él.

Fue aún peor cuando después de haber cruzado el segundo semáforo me dijo: -amigo te puedo abrazar -  En ese momento pensé que lo ideal era escapar de la situación y correr o tomar un carro. Antes de que mi cerebro analice las posibles reacciones el hombre cruzó su brazo sobre mi hombro y no tuve reacción más que seguir caminando con un extraño abrazándome por media cuadra más.

Al fin nos detuvimos frente un pasaje y me dijo: -Aquí me voy, ¿cómo te llamas?
-Diego - respondí.
-Gracias Diego eres el mejor amigo que he encontrado - me dijo el hombre con un tono de voz sincero, ese que sólo sabemos usar cuando somos niños, cuando no hemos conocido la enfermedad de la malicia.

En ese momento me saque los lentes de sol y lo mire a los ojos, por el susto no lo había visto directo a la cara, era un rostro inocente y en ese momento, no sé si de golpe o lentamente, se acercó y me dio un abrazo. Me agradeció una vez más.

- Cuídate - le dije, mientras se despedía y desaparecía por ese pasaje hasta el cual me había llevado.

No sé si para el fui un ángel, un alma caritativa que le hizo compañía por un par de cuadras, páramo el si lo fue y luego de esto me pregunto ¿Quiénes son los verdaderos discapacitados? Las personas que nacieron diferentes en un mundo acelerado o nosotros  que carecemos de la capacidad de creer en las demás personas.

Creo que la pregunta que me hizo no fue realmente ¿me ayudas a cruzar la pista? La pregunta, traducida al lenguaje del alma fue la siguiente  ¿Te ayudo a confiar en las personas?